Con mucha pena nos despedimos de nuestra pequeña familia de Tbilisi. Han sido unos días de bonita vida hogareña, pero volver a pedalear nos trae buenísimas vibraciones.
Al poco de abandonar la capital, la carretera empeora considerablemente. Cuando doblamos hacia las montañas, el asfalto deja de existir prácticamente. El estado de las “carreteras” georgianas pone a prueba las bicis, nuestra moral y nuestros traseros.
Tras coronar un paso que ni siquiera es honrado con un cartel descendemos por hayedos y solo cuando bajamos de altura podemos disfrutar del efecto primavera.
El recuerdo a Stalin aun perdura en muchos pueblos y evidentemente la Gran Guerra tambien.
Nos impacta el cortejo funebre que viene en nuestra direccion. En la luna delantera el retrato del fallecido. En la cama del camion el feretro descubierto. Detras, sus seres queridos.
Las lapidas en Georgia tienen el retrato del fallecido y es costumbre visitar la tumba y beber y comer junto a ella
Tienen todo el tiempo del mundo para esperar a que pase el tren
En Çandari decidimos entrarle al maestro para ver si nos deja dormir en la escuela, pero en el camino se nos cruza Dato, el más borracho del pueblo, y nos invita a dormir a su casa. Le seguimos rumbo a la perdición. Por la noche conocemos a los balas perdidas de su cuadrilla. La velada se alarga más de lo conveniente y van cayendo los brindis y las botellas de vino.
Las tiendas en Georgia estan muy mal surtidas de alimentos, no asi de vodka. Conseguir agua mineral era dificil, aunque alcohol y tabaco habia para elegir
Pensaba ir a Georgia dentro de 4 meses, con este articulo me decepcione
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